~Closer To The Edge.-*
martes, 19 de agosto de 2014
Supongo
sábado, 12 de enero de 2013
¿Que sucede?
- Me siento una idiota
- ¿Por que lo piensas?
- He llorado demasiado
- ¿Por mi?
- ¿Podrías terminar lo egocéntrico?
- ¿Entonces no es por mi?
- Claro que no.
- No se merece tus lágrimas.
- Nunca fui suficiente para el.
- El problema es que nunca te has querido.
- El problema es que nunca me han querido.
- Esta discusión es infructuosa.
- Casi todo es así contigo.
********************
- ¿Que es lo que te pasa?
- Ya te lo dije, me voy.
- ¿Y para qué? A donde vayas seguirás atormentándote con tus ridículos recuerdos.
- Es probable. Pero ya no te veré.
- ¿Tan malo soy?
- Eres muy directo.
- Eres muy poco apegada a la realidad
- Quizás ese fue siempre el problema. Somos muy distintos
- No te vayas.
*******************
- Cada día que pasa me doy cuenta de que lo eres todo para mi. Si sigo asi nunca vanzaré, y siempre me atormentaré con preguntas innecesarias que además no tienen respuesta, quisiera que hubiese sido de otro modo. Pero de todas formas nunca estas aquí.
- ¿Dijiste algo?
- Es increíble la poca comunicación que existe entre los dos.
- Más increíble es que a pesar de eso yo pueda leerlo todo en tu rostro.
- Eso es deprimente.
- Depende de donde lo mires.
- Depende de que es lo que lees.
miércoles, 26 de septiembre de 2012
Adiós.
- Es algo inevitable.
- Creo que estamos demasiado cerca.
- Es algo que ni tu ni yo podemos cambiar.
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- Listo.
- ¿No prefieres pensarlo? Aunque sea un poco.
- No. Ya esta decidido.
- Por favor no te vayas.
- ¿Y para que quieres que me quede?
- Pase lo que pase nunca me escucharás.
- ¿Alguna vez me escuchaste tu a mi?
- Siempre tan melodramática.
- Por eso es mejor que me vaya.
- ¿Y que... voy a hacer sin ti? ¿Con quien hablaré de ahora en adelante?
- ¿Que? Por favor... Siempre has estado sin mi, nunca hablamos en realidad, nunca salimos, nunca te voy a buscar o tu me vas a buscar, no puedo ser una persona que esta siempre ahí, ya me cansé de ser un plan de emergencia.
- Deja de decir estupideces.
- Deja que me vaya.
domingo, 24 de junio de 2012
Lo que pasa.
- Siempre es lo mismo contigo.
- ¿Y que mierda quieres que haga?
- ¡Que te arriesgues! No estaría nada de malo.
- ¿Para terminar como terminó contigo?
- No tiene porque ser así
- ¿Y si lo es?
- Ándate a la chucha con tu pesimismo.
- Siempre, eres tan amoroso.
- Contigo no se puede hablar.
- Contigo solo se puede discutir.
- No empecemos por favor.
- No empieces algo que no puedas terminar.
*************
- Lo que pasa es que soy muy impulsiva, lo que pasa es que no se autocontrolarme, lo que pasa es que me aferro mucho a las cosas, lo que pasa es que ya no quiero tener miedo.
- Lo que pasa es que eres una idiota que vive solo de recuerdos.
- Los recuerdos son los que me mantienen en pie.
- Vivir de recuerdos no te va a ayudar
domingo, 8 de abril de 2012
Yo tambien.
viernes, 27 de enero de 2012
Can we talk ?
miércoles, 28 de diciembre de 2011
Efectos del Sol.
lunes, 19 de diciembre de 2011
19.Diciembre.2011
viernes, 16 de diciembre de 2011
Just... I don't really know.
miércoles, 14 de diciembre de 2011
viernes, 2 de diciembre de 2011
Táctica y Estrategia
mirarte
aprender como sos
quererte como sos
mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible
mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos
mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos
mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites
martes, 29 de noviembre de 2011
Let's going to talk again.
Lapsus.
miércoles, 23 de noviembre de 2011
Dia de Exámen
Los Jordan no mencionaron el examen hasta que su hijo, Dickie, cumplio los doce años. Ese día su madre mencionó el asunto en su presencia por primera vez, y la preocupación con la que lo dijo provocó una brusca reacción de su marido.
-Déjalo en paz- le pidió-. Seguro que el muchacho lo hará bien.
Estaban desayunando, y Dickie levantó la vista del plato, intrigado. Era un niño muy movido, de ojos vivos y pelo rubio liso.
No comprendía el porqué de aquella súbita tensión, pero si sabía que era su cumpleaños y ante todo deseaba paz. En algún rincón del pequeño piso aguardaban unos paquetes primorosamente envueltos y en le horno de la diminuta cocina empotrada contra la pared, algo dulce y caliente humeaba en su honor.
El quería que fuera un día feliz y los ojos húmedos de su madre y el gesto hosco de su padre estaban arruinando la gozosa expectación con la que se había levantado por la mañana.
- ¿Qué examen? - quiso saber.
Su madre bajó la vista hacia el mantel.
- Una especie de test de inteligencia que el Gobierno obliga hacer a los niños cuando cumplen 12 años . Te toca la semana que viene. Pero no te preocupes.
- ¿Es un examen como los del colegio?
- Parecido- respondió su padre, levantándose de la mesa -. Ve a distraerte con los cómics, hijo.
Dickie se levantó y fue hacía su rincón particular desde siempre en la sala de estar. Hojeó el primer cómic de la pila, pero las vistosas viñetas repletas de acción no parecían despertar su interés. Entonces fue hacia la ventana y escudriñó con semblante triste a través del cristal empañado.
- ¿Por qué tiene que llover hoy y no mañana? - se lamentó.
Su padre, que se había arrellanado en una butaca con el periódico oficial, sacudió sonoramente las hojas, irritado.
- Pues porque sí. La lluvia hace crecer la hierba.
- ¿Por qué papá?
- Porque si, te lo acabo de decir.
Dickie arrugó la frente.
- ¿Y por qué es verde? La hierba quiero decir.
- Nadie lo sabe - respondió su padre, lamentando enseguida su tono bruso.
Horas más tarde llegó el momento de celebrar su cumpleaños. Su madre le entregó los vistosos paquetes con semblantes alegre y su padre incluso acertó esbozar una sonrisa y revolverle cariñosamente el pelo.
Dickie dio un beso a su madre y estrechó la mano de su padre con formalidad. Luego trajeron la tarta de cumpleaños y la celebración se dio por concluida.
Una hora más tarde, Dickie estaba sentado junto a la ventana, observando cómo el sol se abría paso entre la nubes.
- Papá - preguntó-, ¿a que distancia está el Sol?
- A 8 mil kilómetros- respondió su padre.
Dick se sentó en la mesa del desayuno y de nuevo vio que su madre tenía ojos llorosos. No asoció sus lágrimas con el examen hasta que su padre sacó a relucir el tema.
- Bueno, Dickie -anunció arrugando el entrecejo con expresión seria - hoy tienes una cita.
- Lo sé, papa. Espero que…
- No hay nada que temer. Este examen lo hacen miles de niños al año. Sólo quieren comprobar tu inteligencia. Eso es todo.
- En el colegio saco buenas notas - dijo Dickie timidamente.
- Esto es distinto. Es un examen… especial. Te dan algo de beber y luego pasas a una sala donde hay una especie de máquina…
- ¿Qué te dan de beber? - quiso saber Dickie.
- Nada, una cosa que sabe a menta. Es sólo para asegurarse de que respondes con sinceridad. No es que el Gobierno piense que vas a mentir, pero así se aseguran.
El rostro de Dickie reflejó su extrañeza, y también cierto temor. Miró hacia su madre y ésta compuso el semblante, esbozando una sonrisa.
- Todo irá bien - dijo ella.
- Pues claro que irá bien - convino el padre -. Eres un buen chico, Dickie lo harás bien. Cuando volvamos a casa lo celebraremos. ¿De acuerdo?.
- De acuerdo - contestó Dickie.
Entraron en en Departamento Gubernamental de Enseñanza quince minutos antes de la hora prevista. Cruzaron el suelo de mármol de un gran vestíbulo sostenido por columnas, pasaron bajo una arcada y entraron en un ascensor que los llevó a la cuarta planta.
Frente a la habitación 404 había un joven vestido con una chaqueta de paisano, sentado a un reluciente escritorio. En la mano sostenía un sujetapapeles; buscó la “J” en la relación de nombres e hizo pasar a los Jordan.
La estancia era tan fría e impersonal como una sala de tribunal de justicia, con unas mesas metálicas flanqueadas por largos bancos. Ya habían llegado otros padres con sus hijos y una mujer morena, de labios finos y pelo muy corto, repartía unas hojas.
El señor Jordan rellenó el formulario y se lo devolvió a la funcionaria. Luego se dirigió a Dickie.
- Ya falta poco. Cuando te llamen, pasa por esa puerta del fondo y ya está - dijo señalando con el dedo.
Un altavoz oculto crepitó y anunció el primer nombre. Dickie observó como el niño dejaba a su padre a regañadientes y se dirigía lentamente a hacia la puerta.
A las once menos cinco llamaron a Jordan.
- Buena suerte, hijo - dijo su padre sin mirarle -. Te pasaré a buscar cuando termine el examen.
Dickie se encaminó hacia la puerta y giró el pomo. La habitación a la que accedió estaba en penumbra y apenas pudo distinguir la cara del funcionario de la chaqueta gris que lo recibió.
- Siéntate - dijo el hombre en voz baja, indicándole un taburete alto -. ¿Te llamas Richard Jordan?
-Sí, señor.
- Tu número de registro es el 600-115. Bebe esto, Richard.
El funcionario cojió un vaso de plástico de la mesa y se lo tendió al niño. El líquido tenía una consistencia como de nata y sólo sabía ligeramente a menta. Dickie se lo bebió de un trago y devolvió el vaso vacío al funcionario.
Aguardó sentado en silencio, medio mareado, mientras el funcionario se afanaba tomando notas en una hoja de papel. El hombre consultó entonces su reloj, se puso en pie y se colocó a escasos centímetros de la cara de Dickie.
Desenganchó un objeto que parecía un bolígrafo de la chaqueta y enfocó con una minúscula linterna los ojos de Dickie.
- Bien - observó. - Ven Conmigo Richard.
Condujo a Dickie al otro extremo de la estancia y le indicó que tomara asiento en una solitaria butaca de madera instalada frente a un panel de control repleto de mandos. En el brazo izquierdo del asiento había instalado un micrófono que quedaba justamente a la altura de la boca.
- Ahora relájate, Richard. Se te van a hacer uunas preguntas; piensa con atención y luego responde por el micrófono. La máquina se encargará de los demás.
- Sí, señor.
El funcioanrio le dio un apretón en el hombro y abandonó la sala.
- Preparado -dijo Dickie.
En el ordenador aparecieron unas luces y se oyó el zumbido de un mecanismo. Una voz dijo:
- Termine esta secuencia: Uno, cuatro, siete, diez…
El señor y la señora Jordan aguardaban en silencio en la sala de estar de su casa, sin hacer suposiciones siquiera.
Eran casi las cuatro cuando sonó el teléfono. La señora Jordan se precipitó a cogerlo, pero su marido se adelantó.
- ¿Señor Jordan?
Era una voz seca, una voz de funcionario, expeditiva.
- Sí, dígame.
- Le llamo del Departamento Gubernamental de Ensenanza. Su, hijo, Richard M. Jordan, número de registro 600-115, ha terminado el examen. Lamentamos anunciarle que su coeficiente intelectual supera las normas estipuladas por el Gobierno de acuerdo con la Ley número 84, sección 5, del nuevo Código Jurídico.
La señora Jordan se echó a llorar en cuanto vio el demudado semblante de su marido
- Se les permite especificar por vía telefónica - continuó el funcionario con voz monótona - si desean que sea el Gobierno quien se encargue del entierro del cadáver o si prefieren darle sepultura en un cementerio privado. La tarifa del sepelio gubernamental es de diez dólares.
Henry Slesar